FRANQUISMO
Y ya que nos referimos en nuestro
anterior apunte cibernético a la
libertad de expresión, tomemos nota de otra muestra sociopolítica para saber
cómo le va hoy en la patria a este valor
constitucional, esencia de la vida humana tras el de la vida misma, si es que
hemos de distinguirnos de los borregos sumisos y los corderos que se dejan llevar
en silencio al matadero.
Así que, por lo visto, derecho a
expresarse, a expresar opinión, sobre todo si es verdadera opinión (fruto de la
investigación o la reflexión) y no exabrupto articulado, sólo la tiene el que
coincide con ellos. Que ¿quiénes son ellos? Por favor, no nos hagamos los
tontos, que esto muy serio. Los que tienen por costumbre desde siempre en este
país poner verde a la Iglesia católica por lo que hace, porque en realidad hay
cosas que hace o ha hecho de las que a ellos les gustaría tener el monopolio
(envidia cochina, vamos, no de la “sana”). No me refiero, por supuesto, al
mantenimiento de la cultura clásica ni a la fundación de universidades y
escuelas ni, mucho menos, a la de hospitales y asociaciones para subvenir la
miseria económica a la que suelen llevar al pueblo los gobernantes antiguos y
modernos, se vistan de lo que se vistan; no. Me refiero, por supuesto y por
ejemplo, al monopolio del dogmatismo y de la inquisición fiscalizadora y
punitiva de las creencias y opiniones; al monopolio de la hoguera para libros o
personas y al de la persecución de opiniones que se apartan de su presunta
ortodoxia sobre cualquier cosa… sin distinguir 8 de 80, que es la esencia de la
injusticia (justicia es dar a cada uno lo suyo, no más ni menos) y de la
barbaridad lógica.
De manera que ahora “algunos” consideran
que lo mismo es nazismo (o sea, nacional-socialismo) que franquismo (véase http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/10/espana/1381418115.html).
Lo que no me explico, ya puestos a meter en el mismo saco sapos y culebras, es
que no amplíen la ecuación a, no sé, las galletas María, por ejemplo, que ya se
vendían mucho en el tiempo de “el dictador” (qué gracia, como si sólo hubiera
habido uno, por todos conocido, y no hubiera habido ni haya dictadores no ya en
el nacionalsocialismo sino en el sedicente “socialismo” a secas, de antes y de
ahora). Lo mismo da un genocidio de seis millones de civiles que las cuentas
macabras de los muertos de los dos bandos en una guerra civil, dejando aparte
los muertos de la preguerra (de un bando) y los de la posguerra (del otro). En
la noche del totalitarismo (y de la ignorancia o la propaganda oscurantista
para un pueblo al que se priva de la constitucional y adecuada educación básica
en toda una transición democrática que dura ya más de tres décadas y que no se
acaba), todos los gatos son pardos. Todo lo que no sea lo que yo digo (no diré
lo que “pienso”, por respeto al pensamiento serio), no cuenta ni ha de contarse
a nadie nunca, so pena de cárcel.
Más claro: algunos (“ellos”; los, para
mí, auténticos “dictadores”) pretenden equiparar franquismo y terrorismo. O
peor, por lo visto: los que no denigren absolutamente el franquismo, a la
cárcel; los terroristas que han tenido que pasar por la prueba de matar niños y
civiles cualesquiera en plena transición democrática en pro del movimiento
socialista de liberación del pueblo vasco, fuera (de la cárcel, digo). Dios los
cría y ellos se juntan, por lo visto (y los cobardes siempre hacen de estera o
alfombra rastrera y muda). Que la verdad la dictan ellos; a tiros si hace
falta, porque no es lo mismo que si lo hicieran losotros, que siempre son los malos y así debe ser por decreto que
no deje lugar a duda alguna en ninguna cabeza.
Libertad de investigación, libertad de
conciencia y libertad de expresión, que se llama. Libertad, dentro de los
límites no ya de la lógica o la justicia, sino de lo que ellos marcan: eso no
se piensa, eso no se dice, eso no se juzga como a Ud. le parezca. Madre mía, si
estos hunos del pensamiento libre y
los actuales hotros (con “h” de
bárbaro o Atila, el rey de los hunos, de infausta memoria mientras no la
prohíban) de la condescendencia acomplejada o igualmente canalla (cualquiera
sabe, de los secretos del alma), se tomaran igualmente en serio el delito de
apología del terrorismo, es decir: si no se rieran de él (y de las víctimas del
terrorismo) todos los días. Entonces en España habría efectivamente justicia, o
sea, democracia no orgánica (la de Franco) o popular (la comunista o socialista
de Stalin, Largo Caballero –“el Lenin español”, que no pudo llevarla a cabo,
por culpa de “el dictador”-- o Fidel Castro), sino democracia de verdad, de la
buena: la democracia de derecho, que empieza por tomarse en serio, so pena de
cárcel, los derechos liberales y antiabsolutistas de la vida, la libertad y la
propiedad de las personas.
Así que nada de ciencia ni de moral como
autogestión educativa de los pueblos libres y soberanos, no: dictadura del
pensamiento. Yo te diré si te permito ponerte gordo o no, prohibiendo la
bollería en los colegios públicos, y yo (“nosotros”) te diré qué debes pensar
de esto o lo otro (historia, política, sexo), si es que debes pensar sobre ello
en absoluto. Porque esa es la otra, la complementaria jugada de este
totalitarismo: borrar de la memoria popular toda seña de Franco, mediante la iconoclastia
más arbitraria y desvergonzada; Spain sigue
siendo different; o sea, igual de
idiota o particular (etimología griega de la palabra, no insulto gratuito;
vayan a ponerme una querella los que creen que saben de todo y se ofenden por
cualquier cosa que no entiendan).
¿Qué les parecería a Uds. que los
franceses borraran de las calles, de los libros y de los museos la imagen, el
nombre y la memoria de Napoleón, porque fue un “dictador”? Como si los
dictadores que hay en el mundo fueran pocos y estuvieran ya muertos; nos toman
por tontos, sin duda. ¿Qué tal borrar de la memoria todo lo que los hunos o los hotros consideran inapropiado o incierto? ¿Qué tal borrar también
de nuestra “memoria histórica” y del nombre de calle alguna, en buena lógica
equitativa, a Largo Caballero, por haber comandado la revolución de octubre del
34 contra el régimen republicano y que siguió pretendiendo expresamente después
(para libertad de expresión, ésa) no la democracia o la república liberal sino
la revolución comunista con su desprecio de la democracia “burguesa” y la
pretensión de una dictadura “del proletariado”?
Pues más vale prevenir que intentar salir
de la cárcel cuando estos celosos vigilantes del pensamiento, la ciencia y la
justicia particulares (¿!), que “dialogan con terroristas” (¿!), logren imponer
su parecer e invadan nuestras conciencias mediante la proscripción
jurídico-política del juicio sobre la historia y de la historia (“memoria
histórica”) misma. De modo que, antes de que sea tarde y me penalicen por ello,
voy a darme el mismo gusto que “ellos” (los, para mí, “dictadores” sin causa),
diciendo lo que pienso de Franco y del franquismo.
Es una nota, ya les digo; lo único
necesario para que quien quiera reconocer las cosas por encima de sus filias y
fobias prejuiciosas y su emotividad veleidosa, pueda nutrir el pensamiento con
verdades como catedrales (no sé si dentro de poco se me prohibirá también la
metáfora o si tendré que utilizar otra: “verdades como mezquitas” o “verdades
como soviets” o “verdades como checas”). Ahí vaya, vaya:
¿Qué creen Uds. que habría pasado en
España si Franco no gana la guerra? (Qué mala es la guerra, qué mala la
dictadura, qué mala el hambre y qué mala la crisis). Eso sí es verdad que,
miren Uds. por dónde, no quiero ni pensarlo; en esto coincido con “algunos” de losotros españoles, aunque me temo que por
motivos opuestos. ¿Deliraba Franco cuando dijo salvarnos de la revolución y
dictadura comunista? Creo, y no creo que sea fe religiosa ni sectaria, que no.
Y es que está lo malo y lo peor, que es peor, como la propia palabra indica. Y
bueno, bueno, aún no ha demostrado nuestro pueblo que sea: de ahí que hayamos
convertido la Transición a la democracia en una historia interminable y aún
estemos hablando de estas cosas y criticando estas barbaridades impropias de
una democracia de derecho.
Los que distinguen tres en un burro, 8 de
80, gato de liebre y justicia de venganza, distinguen en el régimen de Franco
tres etapas distintas. A mí me tocó vivir la tercera y última, aquella en la
que yo pude estudiar con beca, como mis dos hermanos, y terminar una carrera y
ascender, como ellos, en la escala social, cultural y económica, pese a ser mi
padre un modesto empleado. Las razones (que no sé si tendré que borrar por
decreto de mi memoria, con tal de no ir a la cárcel) son las siguientes:
a)
no me morí de enfermedades tercermundistas, porque Franco estableció una
Seguridad Social envidiable y ya pudimos ir al médico los que no teníamos
dinero;
b)
no me morí de hambre porque la legislación laboral de Franco obligaba a las
empresas a mantener de por vida en nómina a un trabajador que ya llevara un año
en la empresa, como le pasó a mi padre, sin sindicatos socialistas ni presuntos
cursos de formación de empleo y otros inventos al efecto de darnos gato por
liebre;
c)
no me morí de pena, por falta de cultura, porque, ya digo, había becas para los
que estudiábamos de verdad y, a pesar de la baja extracción sociocultural, oh
milagro, con motivación por la educación verdadera, exigencia y disciplina
podíamos movilizarnos socialmente en el mejor de los sentidos: subir en la
escala social por nuestro esfuerzo, capacidad y mérito.
Sería,
pues, un mal nacido (de los que ya bastantes hay, por cierto) si, olvidando
todo esto, no lo agradeciera. Lo que sí querría olvidar cuanto antes es la
pesadilla de que ignorantes o sinvergüenzas de alta calaña manipulen la
historia y pretendan manipular las conciencias, como lo vienen intentando sin
falta, aunque lo mientan a la manera de los sastres, rey y populacho del cuento
de Andersen El traje del emperador (el
que sólo veían los listos y listas; pero qué listos y qué listas de espera
provocan en todos los asuntos que importan; total, ellos viven no en la inopia,
sino en la abundancia y, a más señas, en La Moraleja).
Por
cierto: ya puestos los que así se pongan, si no se oponen losotros, que no olviden el delito vigente de apología del
terrorismo y no excluyan de él ni a la Eta ni al resto de antisistemas que
predican, si no la revolución y la guerra, la alteración sistemática de las
reglas a que nos sometemos los demócratas, menos listos y valientes que ellos.
Por
cierto bis: qué manera de manipular
en la prensa: en casi toda ella, que he consultado, se dice que “sólo” el PP se
ha opuesto a esta pretensión (absurda y sectaria) de demonizar legalmente el
franquismo y zanjar la discusión al respecto por quienes (afortunadamente)
perdieron la guerra. “Sólo” el PP, o sea; sólo más de media España, sólo la
mayoría absoluta de los españoles. Sin comentarios.
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