¿Increíble? ¿Cierto? Según diversos medios de
contaminación informativa (http://www.libertaddigital.com/espana/politica/2014-11-02/podemos-ya-es-la-primera-fuerza-politica-en-intencion-de-voto-1276532333/)
(creo que más allá de los Diálogos de Platón y algunas otras antiguallas, todos
lo son, incluido éste; así que más vale entonar un “Con-ta-mína-me”, y que cada cual discierna; como siempre), “Podemos”
es ya, en intención de voto, la primera fuerza política en España. En
cualquier caso, por mucho que pueda sorprender, no puede extrañar a nadie… que
conozca la historia… y haya reflexionado sobre ella. Pues, como dejó dicho el
filósofo español y norteamericano del siglo pasado Jorge Santayana, en su obra The life of Reason, pg. 92, “Those who cannot remember
the past are condemned to repeat it.”
Me permito esta pedantería porque corre por Internet
el bulo de que el autor de la frase fue un revolucionario hispanoamericano. Y
no. Así que quienes no pueden recordar
el pasado, están condenados a repetirlo. De todos modos, aún
debo permitirme otra cosa: corregir la afirmación, cambiando el verbo
“recordar” por el de “comprender”, que lo incluye y lo supera, y creo que
expresa mejor la intención última del filósofo. Cualquier mocoso de la ESO
“sabe” que Hitler fue muy malo (aunque no mató a nadie más que a sí mismo, por
más que padeciera la fortuna de que sus demenciales ocurrencias encontraran
secuaces en miles de mentecatos y cobardes asesinos entre sus conciudadanos).
Pero esa simple información, o el simple rechazo teórico del asesinato, no
puede impedir en absoluto que vuelva a repetirse la sinrazón y el crimen más
odioso, aunque sea bajo otras apariencias (quienes durante siglos
consintieron la esclavitud, no reconocieron la igualdad de la mujer o, como
hoy, no reconocen la humanidad del feto no eran alemanes, pero tampoco una
muestra gloriosa de la sabiduría o la decencia de nuestra especie). Lo único
que puede impedirlo es comprender las causas que provocan ese efecto, que
volverá a repetirse siempre que se den las mismas causas, que son lo que
importa saber y controlar.
No es la historia la que enseña. Si enseña algo, es
cómo la humanidad tropieza reiteradamente con la misma piedra y cómo en algunos
casos se progresa no en virtud del sentimiento, las ganas o la memoria, sino
del entendimiento que se cultiva con esfuerzo. La guerra no se evita
gritando “no a la guerra”, ni el maltrato doméstico disminuye denostando en
pancartas a los maltratadores, sino educando en el equilibrio para que nadie
consienta el maltrato, aunque esto cueste más dinero y sea menos políticamente
moderno. ¿Acaso era lejana la memoria, a poco más de la mitad del siglo XX en
Europa, de que los pueblos pueden destruirse cuando Yugoslavia acabó destrozada
en la sorprendente guerra de los Balcanes? Lo que enseña la psicología,
o la filosofía, o llámelo Ud. como quiera, es decir, la reflexión sobre la
historia de la infamia humana, es (entre otras muchas cosas, por
supuesto: no vamos a meter el mar en el vasito de agua de una entrada bloguera)
que los hombres tienen miedo a la libertad por la responsabilidad que
conlleva, o sea, el esfuerzo.
Remitiré sólo a dos de mis glorias favoritas de la
historia de la sabiduría. Una es I. KANT, el genial autor de la Crítica de la razón pura, que, en un
artículo divulgativo (Respuesta a la
pregunta: “¿Qué es Ilustración?”, de 1784), afirmó que la causa
principal de la tiranía no son los tiranos, sino nuestra “pereza y cobardía”. Alguien debería ponerle música a esto, ya
que no se la puso Paco Ibáñez, porque el mensaje es más profundo y verdadero
que todo lo por él cantado. Más claro, sin embargo, no puede decirse: lo es
tanto que no requiere aclaración añadida que no sea redundante; todo lo demás
es engañarnos y echar balones fuera.
La otra gloria de la humanidad cuya sabiduría merece
no quedar en olvido (muy por encima del ridículo “qué malo era Hitler” que
puede repetir inútilmente cualquier mentecato o humano aborregado) es Erich FROMM,
el filósofo y psicólogo judío alemán que tuvo que huir a las Américas para
eludir la barbarie nazi, que en un famoso título resume su diagnóstico
(o etiología, para los puristas; el diagnóstico de “totalitarismo” lo puso otra
filósofa judía de ese momento, Hanna Arendt) en esto: “El miedo a la libertad”.
Mi abuela y Nietzsche lo sabían y recordaban también:
es más fácil pensar las cosas que serlas. O decirlas que practicarlas. La boca
puede llenarse de amor a la democracia, que es el amor a la libertad, condición
esencial de la dignidad humana, y la consecuencia que la preña: la pluralidad y
el conflicto consiguiente, que reclama el ímprobo esfuerzo del diálogo
incesante. Pero de libertad, democracia, justicia y otras caras de lo mismo
es mucho más fácil hablar que desvivirse por ellas (sobre todo para
quienes, encastados o enquistados en
algún cargo político, pretenden vivir del pueblo). De ahí que abunde más el
tipo del demócrita, o demócrata “de
boquilla”, que el demócrata genuino, que es cosa de hombres, o sea, de
humanos auténticos.
Demócrita es el término que aplico al que
presume de demócrata, cuando ya se sabe: dime de qué presumes, y te diré de qué
careces. Demócrita: el
demócrata hipócrita. Lo digo porque este finde (prefiero el neologismo
coloquial al anglicismo superfluo del weekend)
me he topado con un simpatizante de “Podemos” agazapado bajo la apariencia
de un simpático conocido y compañero de mesa en la noche de todos los
difuntos (Halloween, que dicen ahora los niños). Cuando se me ocurrió
cuestionar las propuestas de “Podemos”, la noche se me fue haciendo realmente
terrorífica, pavorosa. Resulta, en pocas palabras, las justas, que:
-- se apela al “sentimiento” o el
“corazón”, por ejemplo de “los catalanes” (¿? los cuatro catalanes que votaron
el Estatuto, agitados por cuatro delincuentes confesos e impunes: ni un tercio
de Cataluña) como fundamento del pretendido “derecho a decidir” por toda la
nación, o sea, a privar de su derecho a decidir a todos los españoles (por
ejemplo, los secuestrados por el miedo o la vergüenza en Cataluña por el
secesionismo catalanista) sobre lo que a todos nos afecta;
-- pero se me pregunta si acaso mi
sentimiento no fue de gozo cuando Carrero Blanco (Presidente del Gobierno de España en los
últimos tiempos de Franco, para los jóvenes) saltó hecho pedazos por los aires
a cuenta de ETA (tocado: mi corazón no es tan magnánimo, no alcanzó tan elevado
sentimiento);
-- eso sí, no obstante: reproche al
canto por no reconocer que Miguel Ángel Blanco murió “porque Aznar no cedió” a
la ETA (lo mejor es que el Estado ceda al chantaje terrorista para salvar una
vida humana; eso sí, si la vida es de un franquista, a bombazos con ella en
lugar de ceder y esperar mejores tiempos: coherencia en estado puro);
--sin omitir el reconocimiento de
considerar justificada la acción de ETA no ya en tiempos de Franco, sino bien
entrada la democracia (ya no sé con qué criterio para distinguir el terrorismo,
como no sea el inservible de un sentimiento oscuro y mutante);
-- pero lo peor por mi parte:
atreverme a marcar diferencias entre Franco y Hitler, y no ponerlos al par,
como pretendieron Psoe e IU hace justo un año al querer tipificar como delito su
apología al par que la del fascismo, nazismo y “totalitarismo”. Por lo visto,
lo de Franco sí merece sambenito terminológico (“franquismo”), pero del
leninismo, maoísmo, stalinismo y castrismo sólo cabe hablar laudatoriamente o
enmascarándolos bajo “totalitarismo”, para que ningún estudiante de hoy se
entere. Añadamos “chavismo”, como modelo del socialismo del siglo XXI, según le
parece al Pablo Iglesias de “Podemos”.
Esto último ya era demasiado, no
denostar el franquismo con todo el sentimiento “de odio” que ello merece (ya le
dije a mi interlocutor que yo no entendía de odio a las personas sino de
desprecio a ciertas acciones y doctrinas, pero no estaba por escucharme). Por
eso me llevé esta joya del espíritu democrático, del respeto a la
pluralidad, del verdadero socialismo: “Con
la responsabilidad que implica la educación de los jóvenes, miedo me da que sea
profesor una persona con tu mentalidad”.
Confieso que me alteré y superé los
decibelios permitidos en un diálogo ejemplar. Pero alegaré como atenuante que
“perro ladrador, poco mordedor”. En cambio, no olvido la alerta de la abuela: “No
te fíes de las aguas mansas. Hay quienes las matan callando”. Por eso,
cuando, más allá de mi interlocutor de la otra noche, compruebo el aprovechamiento
que el Pablo Iglesias de “Podemos” ha hecho de ese curso de retórica mediática
que no ha hecho ningún otro político y que le lleva a adulterar los diálogos y
entrevistas con pose de serenidad demócrita,
blindados los oídos para la escucha de cualquier verdad ajena, más allá de la
duda y el sofoco y prodigando la coletilla “podría ser, podría ser; habrá que
debatirlo” cuando un Jordi Évole lo pone varias veces contras las cuerdas de la
incoherencia, me entra verdadero pavor. Parece más sereno, lúcido y responsable
que ningún adversario político porque hace denuncias innegables y recoge los
votos del descontento. Pero la respuesta que ofrece cuando entra en las
propuestas no puede ocultar, a quien sabe, la mentalidad del comunista: más allá del bien y del mal, de la
crítica, de la verdadera discusión, aplicando remedios preadolescentes y
demagógicos como un dictador y, como todos los dictadores, en nombre de la
“democracia”. Si a la gente no le entra mi verdad en la cabeza, habrá que
abrírsela como sea, como ha hecho la partida de valientes heroicos de la ETA
(invito a leer esta crítica: http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/bajosfondos/2014/11/02/ortega-lara-frente-a-la-tuerka.html).
Hombre: lo mejor es no tener que recurrir a las armas, sino ganar al enemigo
por la cabeza, descabezándolo con propuestas que le hacen bajar la guardia
intelectual excitando las bajas pasiones; como, por ejemplo, renta universal
básica (para animar a los parásitos y explotar a los trabajadores). En fin:
saber manejar la pereza y, si no hay más remedio, la cobardía.
Termino. Ya sé que hay distintos
tipos de simpatizantes de “Podemos”. Pero querría que no se olvide y que se
reflexione sobre el hecho de que “Podemos” no es un invento ni una creación sui generis del genio político en la
actual circunstancia española. Es la disidencia radical de la corrupción de
Psoe e IU, son sus votantes radicales que ya no pueden votarles, por lo mismo
que Vox ha surgido como disidencia respecto a la degeneración del PP, porque,
en efecto, los actuales políticos son una casta partidocrática al servicio de
sí mismos y la corrupción sistemática del sistema. Pero eso quiere decir que “Podemos”
no es más que comunismo y marxismo, o sea: totalitarismo absolutista con la
disidencia, como en sus casos confesamente apreciados con un afecto más o menos
intenso: Lenin, Stalin, Mao, Castro, Chaves y Maduro. Esto está ya visto.
Esto ya ha pasado. Lo que dudo es si lo comprendemos.
Y esto significa, aunque hoy no
podamos extendernos en discutirlo: remedio rancio peor que el problema
mismo, como ha demostrado la historia con todo “socialismo real”: ruina
económica y, sobre todo, ruina moral, liberticidio, dogmatismo que se cree
moralmente superior a cualquiera, justificado para jugar con las leyes y la
democracia y aterrorizar con la violencia cuando se lo pida el “sentimiento”. “Podemos”
(censura de la derecha y colleja a la izquierda por falta de radicalismo, pero
condescendencia con el totalitarismo pasado y presente, siempre que sea de su
palo, de izquierdas; azuzamiento de la división y el odio, por tanto) aún
no ha ganado. Aún puedo seguir formando a mucha juventud en filosofía pura y no
en ideología sectaria. Uds. verán qué es lo que quieren para sus hijos.
(Queridos hijos míos: que no se diga
que yo no dije lo que debía y que dejé decir lo que no era por miedo a la
dictadura política del momento, el buenismo sin criterio aliado del
totalitarismo de turno, por mucho que ganara en las urnas.)