"Una vida que no se examina no es propia de un hombre", hace decir Platón a su maestro en la Apología de Sócrates. Ambos sabían que el diálogo es el modo privilegiado de practicar el imperativo de conocernos para ser más auténticos. Pues los demás son nuestro espejo y nunca se aprende más que cuando se quiere mostrar algo.